Noticias El Periódico Tarija

Raúl Pino-Ichazo Terrazas

(Abogado Corporativo, Docente, autor del libro “Adiós a las drogas” Sagacom La Paz)

Todo adicto, piensa el autor del libro “Adiós a las Drogas”, que haya transitado corta o largamente la senda de la droga, superado la dependencia y reincorporado a la normalidad puede vivir con la misma dignidad y honra que los otros miembros de la sociedad, porque el enfrentamiento es temporal, no así el esfuerzo en la superación de ese trance individual; suficiente contenido de entereza y valor que minimiza cualquier desaire o aislamiento que trate de  asestar la sociedad al ex-adicto.

La cruel realidad enseña, aunque sea doblemente efectiva, que las circunstancias, dificultades, recidivas y medio ambienteadverso que concurren en la vida del adicto que trata con firmeza de dejar el vicio, le devuelven las fortalezas adormecidas y recluidas en el silencio mientras la droga actuaba.

La droga no es como el Sida que se puede evitar el contagio con la abstinencia sexual, pues nadie muere por no tener relaciones íntimas. Con la droga se debe enfrentar una realidad que va más allá de lo fisiológico por el debilitamiento de las aptitudes intelectuales y espirituales, generadoras de un tácito desmoronamiento de la persona, estado en el cual las aspiraciones y realizaciones que son un contenido de vida, quedan inermes ante el ímpetu irrefrenable de la necesidad de evasión, postergando los cánones y marcos de comportamiento impuestos en el propio hogar en primera instancia, luego en la escuela, universidad y por la sociedad en general.

Estas ambiciones personales de estudiar para lograr éxitos profesionales y de oficio, comienzan a resquebrajarse en su idealización y cristalización cuando no existe orientación, actividad comunicacional con los hijos, además de desatención a su actualidad y problemática existencial. La extrema presión a los hijos exigiéndoles logros sin haber estructurado una base imprescindible de estabilidad emocional, confianza y seguridad emotiva, los catapulta irremisiblemente a la evasión y, hoy, evasión se llama droga, entonces, se crean en el hogar adictos potenciales, cuya actividad de adicción activa se descubre tarde, cuando ellos ya ocasionan daños a la sociedad, pues negocian y roban dinero que les permita satisfacer la necesidad de consumo y se descalifican automáticamente al desempeño de cualquier trabajo regular y competitivo.

Readaptación es lo que propugnan los psicólogos para una reversión rápida y eficaz a la normalidad, empero, el emprendimiento no es sencillo, ya que, como se advierte es un problema de sociedad y los padres que enfrentan la drogadicción en la intimidad de sus hogares, cuando es enfrentado abiertamente y no encubierto por falsa vergüenza, deben introducir un denodado sacrificio que requiere  de paciencia y amor, uniendo esa acción al engranaje de la sociedad. Sin este complemento necesario el éxito que registren los padres  no tendrá continuidad lógica, expandiéndose el peligro ante la interrupción de los eslabones que componen la reinserción del adicto a la normalidad social y el casi inevitable rechazo de la sociedad.

De este desenlace todos somos responsables, asintiendo tristemente que se pierde una vida, fatalidad irreparable que debe lastimar la conciencia colectiva y hacer reflexionar sobre el bien supremo de la existencia.