Aquellos hombres y mujeres que llevan consigo la digna labor de enseñar son los maestros.
Ellos construyen, moldean, cimientan, siembran y guían los conocimientos fundamentales, tanto a los niños como a los adolescentes, futuros conductores de los destinos de la humanidad.
Ser maestro no es solamente cumplir con un horario de trabajo, ni socializar los contenidos del programa escolar. Es ir mucho más allá… ¡Es formar diariamente gente provechosa y exitosa!
Ser maestro es pulir, cincelar y diseñar con mucha paciencia y gran tolerancia las habilidades de cada alumno, haciendo con ello una obra de arte universal.
La dignidad del maestro es mantener su ética profesional y responsable en bienestar de su propia actitud personal y educativa.
La dignidad del maestro se cultiva, se abona, se alimenta, se enriquece y se valora, con sus propias acciones.
Por su gran valor, la dignidad del maestro se fomenta día a día con el ejemplo innegable y digno a seguir.
La dignidad del maestro es un regalo para la sociedad, es un estímulo para las familias, es una bendición para los alumnos ¡Pero también es un triunfo para sí mismo!
Maestro… cuida siempre esa dignidad que tu propia profesión te ha heredado y sé simplemente