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Carlos Miranda

 “No hay gas más caro que aquél que se necesita y no se lo tiene disponible”. En países donde el gas natural es su principal energético, la frase anterior tiene mucha vivencia porque deficiencias en su abastecimiento pueden causar problemas sociales y económicos muy graves.  Aquellos países “gasificados” que deben importar este energético, lo hacen bajo contratos cuidadosamente elaborados, considerando variaciones estacionarias, facilidades de distribución internas y con el conocimiento de las reservas del vendedor, capacidad de producción y líneas de transporte para cumplir el contrato.

Con el comienzo del invierno argentino en mayo, se han publicado una serie de declaraciones tanto en ese país como en el nuestro, relativas al abastecimiento de gas. Se indica que Argentina necesita más gas del que está recibiendo de nosotros. Se informa que Bolivia no puede despachar más de lo que está enviando por dificultades técnicas. Si lo hiciera, Argentina tampoco podría recibir los volúmenes solicitados por falta de capacidad de transporte al no tener el Gasoducto del Noreste (GNEA) concluido. Se notifica que Bolivia y Argentina están incumpliendo sus contratos e incurriendo en multas de “take or pay” y “delivery or pay”. Se indica también que para cubrir las deficiencias de invierno, Argentina comprará gas de Chile.

 Lo anterior suena como un trabalenguas o un acertijo que merece una explicación.

 Nuestro suministro de gas a la Argentina está regido por dos contratos firmados entre Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y Energía Argentina S.A. (ENARSA). Uno de compra firme por volúmenes establecidos y otro por compra interrumpible por volúmenes variables. La entrega de volúmenes firmes está estipulada por un calendario, en el cual se especifica que a partir del presente año el GNEA, que todavía sigue en construcción, esté en operación para recibir los volúmenes del 2017 en adelante. La entrega de volúmenes  interrumpibles está sujeta a excedentes en la producción boliviana. La capacidad de recepción Argentina está al máximo con los volúmenes firmes de este año, no existiendo margen para recibir volúmenes interrumpibles.

Además  a esos volúmenes podría recurrir Argentina tan solo cuando exista producción excedentaria boliviana. Esto explica que los dos países están al borde de incurrir en sanciones en el contrato interrumpible suscrito entre ambos.

 Esta falencia en suministro ya se anticipaba. El GNEA está atrasado y la producción boliviana no tiene excedentes después de cumplir con nuestro mercado interno y la exportación al Brasil.

 Conocedor de esta situación, el gobierno de Macri parece no tener la menor intención de enfrentar inviernos con faltantes de gas, como ha sucedido con gobiernos argentinos pasados. Por este motivo, en enero del presente año los gobiernos de  Argentina y Chile acordaron el suministro de gas chileno a la Argentina. Desde el miércoles pasado, compañías chilenas importan GNL, lo regasifican utilizando capacidad disponible de sus plantas en Chile y lo envían por gasoductos depreciados en desuso hasta la frontera Argentina. Este gas le cuesta a Argentina más del doble de precio del gas Boliviano.

La conversión de GNL a gas enviado por gasoductos justifica en parte esa diferencia, pero con los precios que se cobran, parece un pingüe negocio.

 Convertir GNL a gas y entregarlo por gasoducto parece ser muy atractivo, tal es así que en las próximas semanas Argentina y Uruguay anunciarán un acuerdo para que GNL regasificado en Uruguay sea vendido en la Argentina por 10 años. Se estima que la planta esté en operación el 2017.

 De este cambiante escenario energético regional podemos aventurar algunas conclusiones: Se ratifica que el mayor competidor para el gas boliviano será el GNL importado de ultramar. Segundo, Argentina será importador por un plazo indefinido de gas natural por gasoducto o como GNL a ser regasificado. Tercero, se está iniciando la utilización de GNL regasificado en plantas regionales en vez del costoso y dificultoso sistema de recibir GNL y regasificarlo en metaneros fuera de uso en lugar de plantas permanentes de regasificación.

 Por todo lo anterior, haber Chile accedido a suministrar GNL regasificado a la Argentina a precios casi exorbitantes, no es criticable, más bien encomiable porque no se debe olvidar que en 2007 Argentina le cortó el total suministro de gas a Chile causándole grandes problemas.