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Verónica Ormachea G.

Cecilia Bayá es sin duda, la mayor promotora cultural del arte pictórico contemporáneo boliviano. La curadora se encuentra resguardando la memoria de los más notables artistas a través de libros en ediciones de lujo. Este es el cuarto libro que publica. Sus anteriores obras fueron de la pintura de María Luisa Pacheco, Roberto Valcárcel y Marcelo Callaú. También ha editado catálogos de conocidos artistas.

La curadora Bayá nos vuelve a sorprender con la publicación de un nuevo libro: Raúl Lara vida y obra, del excepcional pintor orureño del S. XX.

Raúl Lara, hijo de mineros y nacido en una mina (ahora fallecido) interpreta el mestizaje boliviano proyectando la identidad de los bolivianos como nadie.

Trasmite el espíritu festivo como el carnaval, los prestazgos, Todos Santos, procesiones así como la cotidianeidad.

Los traduce con extraordinaria originalidad y gran calidad estética. Sus cuadros son luminosos y priman los colores fuertes como el magenta, azul y el violeta.

El artista nos lleva a un mundo entre real y onírico como Dalí. Pinta sueños angelicales así como atormentados y anacrónicos.

Lara Tórrez nos invita a interpretar a ver el mundo desde su óptica. Su mágica obra, está sin duda, inspirada en Chagal. Sus personajes y objetos vuelan por los aires, pero al mismo tiempo están conectados ya que el pintor no pierde la composición.

Su constante es el mestizo gordo y próspero con anteojos y vestido con terno, las niñas inocentes, los diablos, dioses incas, las mujeres voluptuosas semi desnudas, los toros y las máscaras. Su obra está cargada de simbología. Al observarlos, uno puede inventar una historia.

Según el historiador Carlos Mesa “Lara es, qué duda cabe, uno de los grandes artistas andinos de América…”.

Según su coterráneo Luis Ramiro Beltrán, su obra es “Telúrica pero no folklórica, figurativa, pero nada fotográfica, erótica pero casi nunca obscena”.

Lara en su vida diaria fue también muy original. Cuenta que un día el célebre Vincent Van Gogh – que en vida vendió un solo cuadro y después de su muerte su obra fue reconocida como de las más extraordinarias en la historia de la pintura universal – tocó la puerta de su casa, entró y se quedó para siempre.

El postimpresionista se sentaba a la mesa a cenar, iban a las fiestas populares, a las minas y pintaban juntos. Se convirtió en parte del imaginario de la vida de la familia. Según sus familiares, hasta soñaban con él. Era una suerte de fantasma que rondaba en torno a ellos. Incluso Lara hace una serie titulada “Van Gogh en Oruro”. En esta introduce la cara del pelirrojo en varias de sus obras, hace un retrato del holandés pintando y otro hablando con un minero.

También tiene un cuadro, de uno de los más conocidos de la historia, “Las Meninas” de Velásquez, en que incluye a Picasso pintando a una de ellas y tras suyo un dibujo de inspiración cubista flotando. También tiene otro que está inspirado en el “Guernica”.

El libro de Lara es una edición con ilustraciones de gran calidad gracias a las fotografías de Armando Urioste, Antonio Suárez, Arturo Bedoya, Ernesto Lara,  Fernando Soria y Juan Carlos Canaviri. Imperdible.