LIDIA AZURDUY R./BOLINFO/TARIJA
(elPeriódico-May 22) En tiempos modernos, las relaciones personales se han tornado frías, impersonales y llenas de ausentismo.
Las cabezas agachadas y miradas perdidas son características del abuso de los equipos celulares; la hora de almuerzo como núcleo de horas destinadas a compartir en familia son suplantadas por luces de pantallas y diálogos apresurados.
En las calles los peatones no sólo deben esquivar el mal estado de veredas para no tropezar, sino que se ha “desarrollado” la capacidad de caminar y chatear.
El uso exagerado del celular impide a muchos disfrutar del entorno, de la compañía y de la calidez de las relaciones humanas.
Las victimas también son los niños, inicialmente el celular en sus vidas ingresa como un instrumento de distracción, frente a padres siempre apurados para luego convertirse en parte de su mundo, en el que lo virtual y lo real se tejen y se mezclan.
Las personas que se ausentan de lugares y conversaciones no logran estar presentes ni para quien tienen al frente ni para quien se encuentra detrás de la pantalla, pues siempre dividirán su atención en dos lugares.
Si bien la tecnología ha traído un sin fin de logros y ventajas, también es cierto que ha logrado distanciar a quienes se encuentran cerca. Midiendo además los tiempos a la velocidad de una publicación y sus repercusiones.
Hacer una pausa, conversar en tiempo real, con intercambio de miradas, prestando atención debida a quien nos habla, ser libres en cuanto a la dependencia de las redes sociales, de vidas que muchas veces son maquilladas por apariencia puede ser una actividad a desarrollar e intentar, la vida sin el abuso de un aparato y programas que nos separan de vivir como debiéramos. (eP)
«Se ha vuelto terriblemente obvio que nuestra tecnología ha superado nuestra humanidad» Albert Einstein.