Susana Seleme Antelo
“He tratado de escribir sobre Ana Barba, la patriota. Una mujer que a pesar de sus pocos años fue testigo y en algunos casos protagonista del proceso independentista. Una mujer que no se conformó con ser una mujer más en este proceso, quiso ser una mujer con nombre y apellido”
Así explica Alcides Parejas Moreno el leit motiv de su primera obra para teatro. Es un homenaje a “La Patriota” olvidada y a todas las mujeres invisibles en las historias oficiales. El autor ha querido honrar a Ana Barba con el deber de la memoria, nacida del amor a su tierra y de su ubérrima imaginación basada en un hecho real. Y se permitió, dice, “la licencia de imaginar la vida” no escrita de Ana Barba, una mujer con nombre y apellido, sobre la que existen pocos datos. Sobrevive uno, que no es menor: haber rescatado de la picota, donde estaba expuesta, la cabeza del prócer Ignacio Warnes.
Escribir esas historias y la de sus pueblos es un combate, no a sablazos, balas, artillería y aviación, sino un combate de ideas y conciencias, para rescatar las historias no escritas y además desdeñadas por los poderes centralistas. Eso ha hecho Alcides Parejas Moreno, quien pone esta vez y una vez más, sobre blanco y negro parte de la historia de Santa Cruz y del Oriente boliviano, que hasta 1958 no figuraba en los libros de historia de Bolivia. Simplemente no existíamos, porque las historias han sido escritas, casi siempre, por los vencedores encaramados en el poder político-militar.
¿Quién era Ana Barba, de dónde sale su vocacion libertaria y amor por su patria chica, cual el apellido de su madre, y muchos otros vacíos? Como tantas otras mujeres, Ana Barba ha pasado casi desapercibida, lo mismo que la batalla del Pari, donde murió Warnes, que en noviembre de 2016 cumplirá 200 años. De esa gesta surge la hazaña de Ana Barba: proteger la cabeza mutilada del cuerpo del prócer y protegerla durante 9 años de la dominación colonial. La enterró bajo su cama y dijo “Aquí se quedará hasta que la libertad llegue a esta tierra”.
Contra la penumbra histórica, Alcides Parejas escribe la historia de una mujer que, siempre furtiva, él quiso que sea “una mujer con nombre y apellido. Sabía hacia adonde apuntaba cuando decidió darle el título a su obra, y con ese objetivo hace que el Padre José Andrés Salvatierra le escriba una carta a Ana, donde le cuenta la historia de la madre de los 7 hermanos Macabeos. “Ella los vio morir en un solo día martirizados, uno detrás de otro… sabía que sus hijos morían por sus principios y siempre estuvo apoyándoles… Uno de los principios de estos mártires era la libertad. Fijate cómo es de injusta la historia, mientras que el libro sagrado registra el nombre de cada uno de los siete hijos, a ella sólo la menciona como ‘la madre de los Macabeos’… Vos, querida Ana, estoy seguro de que vas a ser recordada con tu nombre y apellido.”
Parejas recurrió a su primigenia formación académica de historiador, se impuso un nuevo método narrativo, el teatro; echó mano de su identidad de cruceño a toda prueba y activó su vocación didáctica, como en todas sus obras anteriores de historia y novelas. Tenía todas la herramientas para hacerlo y lo hizo, dotándole a la obra, a la heroína y a cada uno de los personajes la emoción, el sabor, el color, los barullos socioculturales de ese tiempo, y las múltiples determinaciones políticas de aquella lejana sociedad oriental, en medio de las luchas por la independencia.
Por boca del cura Salvatierra, el autor describe la época: “El mundo está cambiando. El rey está cada vez más lejano. El imperio español está en plena decadencia. El rey no gobierna, solo se dedica a la cacería mientras el pueblo se muere de hambre. Ya va siendo hora que seamos dueños de nosotros mismos, que construyamos nuestro propio futuro”.
Parejas cuenta que fue Salvatierra quien trasmitió a la niña y luego joven Ana Barba, el amor por las ideas revolucionarias, que luego ella misma repetía: “El padre Salvatierra dice que las autoridades son para servir y que de un tiempo a esta parte solo se preocupan de sus propios intereses… cuando las autoridades no son buenas, deben ser reemplazadas, incluso por la fuerza… el principio de gobernar es servir; lo repito porque quiero que te quede muy claro: el principio de gobernar es servir.”
A través de un relator sabemos que, con el título de gobernador, extendido por Belgrano en 1813, Ignacio Warnes llega desde Buenos Aires a Santa Cruz. Sobre el terreno, captó rápidamente un rasgo del carácter cruceño: poco afecto al centralismo y que no les gustaba que los “mandoneen desde Chuquisaca, Potosí o La Paz”.
Primero vi la obra de teatro, con puesta en escena de René Hohenstein, en Casareatro, en un escenario austero y sobrio, que se va enriqueciendo con su diestra mano de director, con experimentados actores y una música que conmueve. Después leí la obra y entonces confirmé que “solo el amor produce la maravilla”. La maravilla de escribir sobre Ana Barba, cuya figura se mueve a hurtadillas durante el proceso de independecia y que el dramarurgo cruceño rescata y proyecta con luz propia.
La obra termina con un rotundo “Yo, Ana Barba mujer con nombre y apellido; rindo homenaje al coronel Ignacio Warnes, mi padrino, mártir de la libertad”.
Si el sueño se hace a mano y sin pedir permiso, así lo han hecho Alcides y René. Pero Alcides Parejas Moreno me cobra un tributo de responsabilidad con él, el amigo del alma por herencia y porque así quisimos seguir siendo. Y también con la posteridad al dedicarme esta “Ana Barba, mujer con nombre y apellido” en la edición impresa y en la premier teatral, nada menos que a mi. Es una benevolencia que me cubre de gracia y que agradezco porque es una historia más grande que nosotros mismos.
Santa Cruz de la Sierra, mayo de 2016