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El presidente interino de Brasil, Michel Temer, no quiere perder el tiempo y comenzó hoy mismo a negociar con los sindicatos para acometer una de las reformas más polémicas, la del sistema de pensiones, aunque no lo tendrá fácil porque las centrales no están dispuestas a ceder derechos de los trabajadores.

Temer, que asumió la presidencia interina el pasado jueves, después de que el Congreso suspendiera el mandato de Dilma Rousseff por seis meses para iniciar un juicio político con fines destituyentes, decidió aplazar a mañana la presentación de su equipo económico, que encabeza el ministro de Hacienda, Henrique Meirelles, y comenzar con una cita con las organizaciones sindicales.

En la agenda, una de las reformas pendientes más conflictivas: el sistema de jubilaciones y pensiones.

En la reunión, en la que el presidente interino estuvo acompañado de los nuevos ministros de la Presidencia, Eliseu Padilha, y de Meirelles, participaron representantes de Força Sindical, la Central de los Sindicatos Brasileños (CSB) y la Unión General de los Trabajadores (UGT).

La gran ausente del encuentro de hoy fue la Central Única de los Trabajadores (CUT), el mayor gremio obrero del país e históricamente ligado al Partido de los Trabajadores (PT) de Rousseff, que no acudió a la reunión al alegar que no reconoce «golpistas como gobernantes».

Los sindicatos que respondieron a la convocatoria de Temer fueron tajantes en este primer encuentro: «No se pueden quitar derechos, no podemos aceptar cambios para quienes ya están en el sistema», advirtió Paulo Pereira da Silva, presidente de Força Sindical.