Max Murillo Mendoza
Los Estados llamados latinos, al sur del río Bravo, son herederos de las estructuras coloniales españolas, como de sus mentalidades y costumbres, es decir hijos de la contra reforma. Lo más atrasado de Europa y del llamado progreso, se quedó por estos lados del mundo. Entonces aquellos Estados coloniales se incrustaron en las mentalidades y por supuesto estructuras profundas de los Estados “nacionales” latinos. Esas estructuras sobrevivieron siglos y siglos, pasando por modas ideológicas y distintos gobiernos de todo tipo de estilos. Básicamente esas estructuras no han cambiado en nada, en absolutamente nada de lo que habían dejado los colonialistas españoles.
Dichas estructuras son las burocracias más desastrosas y los papeleos más insultantes de las oficinas ineficaces, ineficientes y de firmas como de millones de leyes que son excusas para frenar procesos, y frenar avances y creatividades. Los recreadores de esas enfermedades mentales son por supuesto los abogados, entrenados para frenar, mentir, justificar y engañar estéticamente a cualquier institución, etc. Pero en definitiva, los abogados fueron creados para domesticar poblaciones con el cansancio y la tardanza de los procesos, y hacer que se impongan las mentalidades coloniales y las costumbres corruptas de los funcionarios coloniales. En esas formas institucionales que no han cambiado en nada desde la colonia, los abogados son los encargados de que así se queden las cosas. Ese maltrato cotidiano y mental para domesticar a los ciudadanos, e imponer las lógicas coloniales de la lentitud y el engaño son los mismos patrones de hace siglos. Las universidades sólo repiten esos esquemas medievales y escolásticos, sin haber cambiado en absolutamente nada sus maneras.
En estos escenarios las clases altas y oligarquías, herederas de esas estructuras, siempre fueron las dueñas de dichos mecanismos mentales. Hasta hoy los apellidos extranjeros son la firma más contundente de esas realidades, porque los abogados más importantes y millonarios por supuesto, llevan el sello del triunfo en estas estructuras coloniales. Como tampoco es casual que estas mentalidades herederas de lo colonial no tengan ningún conocimiento de nuestras realidades. Para ellos seguimos en el siglo XVI, y ellos son los dueños de la legalidad, como de las funciones públicas del Estado. Siglos y siglos de costumbres institucionales, como de funcionamientos, no cambian sólo con discursos y gobiernos inquietos. Se trata de poderosas estructuras y mentalidades, incrustadas hasta los tuétanos de nuestras sociedades: educación, familia, instituciones, costumbres.
Hoy se intentan resolver esos enormes desafíos por medio de lo mismo: parches, reformas, más leyes, más papeles, más abogacía. En realidad se trata de cambios radicales y profundos desde las universidades y el comportamiento de las instituciones. Y hay que educar a las debiluchas clases medias para hacerlas más prácticas, más modernas como más nacionalistas: que por fin empiecen a ver las raíces y potencialidades de nuestras culturas. Los tallercitos y discursos nada cambiarán de lo que siempre fue. Lo cierto es que la llamada legalidad sigue en manos de las oligarquías y familias de apellidos, y eso pues siguen siendo el freno más poderoso para cualquier avance y cambio en nuestras sociedades. Es verdad que todo eso se solventa sobre el manto poderoso de las costumbres y mentalidades coloniales, que han sobrevivido desde las clases sociales más pobres hasta las nacionalidades indígenas. Porque lo colonial más poderoso están en las costumbres y las mentalidades: domesticadas en siglos y siglos de imposición a sangre y fuego.
Los doctorcitos de la ley, desde hace siglos, hicieron del Estado su botín de guerra más interesante, haciendo de todos los mecanismos una manera de enriquecimiento ilícito: papeles, firmas, coimas, sellos, engaños y más engaños, maltratos y amenazas, para seguir los ritos de las complicaciones surrealistas de las leyes, para que nadie entienda nada. Secretos que tienen que cuidar, como mina de oro y mina de leyes en la sobrevivencia de las mentalidades coloniales y republicanas. Y eso por supuesto que no cambiará con unos tallercitos y discursos de promesa, sino con actitudes realmente radicales.
Los liberales ingleses dicen que la costumbre es ley. Es decir que la legalidad es sólo la interpretación de nuestras realidades, como de nuestras costumbres. Lo jodido es que las clases altas y medias de nuestro país no conocen las profundidades de nuestro país, sino como folklóricas miradas y disfraces pasajeras. Se burlan de nuestras vestimentas, de nuestros bailes, de nuestras comidas como de nuestra economía. Sus miradas se concentran siempre hacia afuera, hacia realidades que nadan tienen que ver con lo nuestro, lo que no les permite ver lo profundo de lo que somos. Se embelesan con lo extranjero, sea revolucionario o liberal, se mueren por imitar modelos ajenos a nuestras miradas, y pues qué pueden entender de lo que significa Justicia Comunitaria?
La ignorancia de los abogados republicanos es proporcional al Estado en el que nos encontramos con el sistema judicial. Su desconocimiento de nuestras realidades, les lleva sólo a repetir fórmulas muertas como fracasadas: talleres, papeles y más leyes. En esa línea de desconocimiento e ignorancia condenan a la Justicia Comunitaria en los mismos términos de los teóricos modernistas: atrasada, no civilizada, no romana, no moderna. Cuando en realidad es la única Justicia que funciona y es la única Justicia que contempla los equilibrios, los consensos y diferencias. Pero a los ojos de los escolásticos sabedores de la ley republicana colonial, ese sistema es sólo pérdida de tiempo. Sin respeto alguno de su funcionalidad, y como de costumbre sin investigaciones y estudios de ese sistema, condenado por los discursos modernistas republicanos nada científicos.
La Ley no funciona. Las razones son simples y profundas; pero las más importantes son de mentalidades y costumbres, que son más poderosas que todas las ciencias juntas, y todas las científicas conclusiones juntas. Y sin revueltas o cabezas en las guillotinas nada cambiará, se los aseguro por todos los dioses.