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Julio, con el rostro totalmente abatido de hablar consigo mismo, se reunió con su amiga María en un restaurante para tomar un café y charlar un poco. Pero deprimido como estaba, descargó en ella todas sus angustias… que el trabajo, que el dinero, que la relación con su pareja, que sus hijos, que su vocación… en fin todo parecía estar mal en su vida.
María, espero pacientemente que Julio terminara de desahogarse para luego introducir la mano en su bolso, sacó un billete de 100 dólares y le dijo: “Quieres este billete”.  Julio, un poco confundido al principio, por la reacción de María le contestó: “Claro, María… son nada menos que 100 dólares, quién no los querría”.
Entonces María tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo una pequeña bola, mostrando la estrujada pelotita a Julio, volvió a preguntarle: “Y ahora, lo quieres también”. A lo que Julio totalmente desconcertado le dijo: “María, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 100 dólares, claro que los tomare si me lo das”.
María desdobló el arrugado billete, lo tiró al suelo y lo restregó bruscamente con el pie, levantándolo luego sucio y totalmente magullado y le dijo: “Lo sigues queriendo”. Julio  impacientemente acoto: “Mira, María, sigo sin entender a donde vas con todo esto, pero es un billete de 100 dólares y mientras no lo rompas, conserva su valor…”
Entonces María doctamente le dijo: “Julio, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te doble o te pisotee, sigues siendo tan valioso como siempre lo has sido…, lo que debes preguntarte es cuánto vales en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado”.
Julio se quedó mirando a María sin atinar con palabra alguna, mientras el impacto del mensaje penetraba profundamente en su cerebro. María puso el arrugado billete a su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice agregó: “Toma, guárdalo, para que te acuerdes de esto cuando te sientas mal… pero me debes un billete nuevo de 100 dólares para poderlo usar con el próximo amigo que lo necesite, le dio un beso en la mejilla y sin decir nada más se alejó hacia la puerta del restaurante”.
Julio volvió a mirar el maltratado billete que estaba sobre la mesa, esbozo una sonrisa, lo guardó y con una renovada energía llamó al mozo para pagar la cuenta…
Lección: ¿Cuántas veces dudamos de nuestro propio valor, de que realmente merecemos más y que podemos conseguirlo si nos lo proponemos?. Claro que no basta con el mero propósito… se requiere acción y existen muchos caminos.