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La poza del barrio San Joaquín es un ojo de agua irritado por restos de basura. Está escondida entre las calles del noveno anillo de la zona norte de la ciudad. Ahí, bajo la sombra de un árbol, sentado en el tanque de una taza de baño que alguien abandonó en la orilla, Carlos Alberto, beatbox de Cruz Santa, filosofa: “Son hartos muchachos puej los que están en las pandillas. Son hartos, pa’ qué. Si los meten al cuartel, de allá van a salir uno experto, más perfeccionado, con más experiencia en armas, en batallas, pero con el rencor ahí adentro”.
Hace tres años, la decena de muchachos que hoy se reúnen a rapear al borde de la poza eran parte de la Bola 8 BDR, una de las pandillas más grandes de Santa Cruz, y supieron salirse de ella para formar Cruz Santa, una crew de hip hop que espera firmar en estos días su primer contrato profesional para presentarse el 1 de mayo en Cochabamba.
Para ellos, la opción del cuartel para los pandilleros es un error. Creen que agravará el problema, que después de estar recluidos volverán a las calles y enseñarán tácticas militares a las pandillas y que el ejercicio físico no exorcizará el rencor que los chicos de los barrios periféricos llevan dentro.