Noticias El Periódico Tarija

Lavive Yáñez Simon

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El exceso de concentración de poder causa daños sociales. En Bolivia, vivimos hoy la teoría de Hobbes, el todos contra todos, que es la antítesis del bienestar, del vivir bien, ese deseo social que fue capitalizado por el partido gobernante con el slogan “Bolivia Cambia Evo cumple” y resulto ser el maquillaje de la violenta trama tejida al interior de la alcoba presidencial en contra de los intereses económicos, educativos y de seguridad de los bolivianos, así lo confirma el pedido de auxilio de Gabriela Zapata a las Naciones Unidas; donde afirma la existencia de un hijo en común y de sus vínculos amorosos siendo una niña, con el Presidente de los Bolivianos. Esta declaración, respalda las denuncias de tráfico de influencias contra el primer mandatario “líder social” y el delito de estupro denunciado por familiares de la acusada. Asimismo la gradual degradación del poder plurinacional por la conducta antieconómica, antiética e insincera del primer mandatario y su entorno palaciego. Burda patraña esgrimida contra la dignidad humana.
La personalidad manipuladora, de quien debiera dar los mejores ejemplos de respeto y autoestima, contradictoriamente, nos está llevando, de una honestidad convencional a la infamia gradual, representada en la violencia física y psicológica que esgrimen sobre toda persona que desenmascare los actos de corrupción y delitos que vinculan a muchos de los representantes del actual gobierno.
No solo la personalidad de Evo Morales es contradictoria sino las acciones de los representantes del poder y la justicia cuando se aprueban leyes a favor de la mujer y se la utiliza como bandera política, y contradictoriamente, en el ejercicio de sus vidas, imprimen violencia no solo física sino también psicológica contra las mujeres que son usadas para cumplir ciertos roles de interés del poder y luego desechadas y maltratadas en su dignidad de ser.

Es importante recordarle a las mujeres que también son madres de aquellas hijas que están siendo maltratadas, violadas, muertas, y tomen conciencia de la responsabilidad de sus roles no solo institucional, representado en el Comité Cívico Femenino, sino como gestoras y educadores de una sociedad que aceleradamente y sin control está perdiendo los valores humanos, que acusa, erróneamente a la pobreza, cuando la realidad nos muestra que la violencia la genera el poder ilimitado en una sociedad mal educada, ambiciosa y desprovista de valores.