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Tarija tiene todas las condiciones para ser una ciudad más agradable y linda, abierta para recibir visitantes, para comenzar a aprovechar sus condiciones turisticamente, tiene un clima ideal, gente amable y de por si es pintoresca, rodeada por una serie de atractivos naturales que invitan a conocerlos. Es muy cierto que aún adolece de muchas falencias, no cuenta con una infraestructura hotelera ni gastronómica suficiente para la llegada de turistas, no existen políticas públicas que nos lleven hacia ese objetivo, no hay incentivos para quienes apuesten a desarrollar esta actividad a través del esfuerzo privado, aparecen más hoteles y restaurantes sólo porque existen personas que se atreven a invertir, no porque el municipio u otra institución invite a hacerlo en esos rubros. En la última década se ha trabajado en mejorar áreas verdes en parques, plazas y avenidas pero también se ha apostado en demasía al cemento, teniendo contrastes muy marcados como el de la avenida costanera llena de frondosos árboles con el parque temático al lado luciendo su gris inhospitalario y árido.
Sin duda que el no reorganizar aún al parque automotor contribuye a desdibujar la ciudad ante los ojos del visitante… Micros, taxis, automóviles particulares, motocicletas, etc. colmatan nuestras calles, las llenan de contaminación ambiental y auditiva, no es nada agradable caminar por la urbe a ciertas horas, es insoportable dirían otros. La falta de planificación en el diseño de nuevas arterias contribuye a eso, así sucede con la Av. de Integración por ejemplo, hermosa y amplia avenida que comienza o termina en un «cuello de botella» donde se une con la Avenida Las Américas y la calle La Madrid. Algo similar ocurre con la nueva avenida desde el puente Bolívar hacia San Luis, a pesar de las críticas recibidas, hoy es una de las opciones de descongestión más efectivas hasta que… de ser un arteria de cuatro carriles con jardinera al medio, se reduce a un puente cruzado que se convierte en una «callecita» zigzagueante. Incluso el tener una terminal de buses, que ha requerido una gran inversión, sin usar hasta hoy y con serios cuestionamientos por donde esta ubicada, son muestras de lo que hablamos. Ejemplos como estos reflejan que aún nos falta mucho para diseñar esa Tarija que todos queremos pero parece que no sabemos como conseguir, sin duda que esa tranquila ciudad de antaño se va diluyendo al igual que su río, por el que nadie hace nada. Así la urbe crece descontroladamente matando sus potencialidades naturales en pos del desarrollo y queriendo atraer turismo, sin percibir que quien viene no busca edificios ni cemento, sino justamente aquello que en el mundo va desapareciendo por la vorágine consumista… la paz, la tranquilidad, la autenticidad, que lugares como el que vivimos tenía hace 20 años atrás y que vamos dejando por tener un norte definido en su planificación.