Noticias El Periódico Tarija

Alfredo Colque Machicado
Economista Máster
en Economía del Gas
y Petróleo

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Dicen que el peor daño que se le puede hacer a una persona es darle todo, es decir que quien quiera anular a otro solo tiene que evitarle el esfuerzo, impedirle que trabaje, que proponga, que se enfrente a los problemas o posibilidades de cada día, que tenga y pueda por si solo resolver dificultades, posiblemente a esto se refiere el proverbio chino que reza «Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida».
Sin embargo parece que desde el Estado y me refiero a los tres niveles de gobierno, que es quien debería enseñar a pescar, no quiere entender que regalarle todo a su pueblo: la comida, la diversión y todo lo que pida, evita que su pueblo use todas las potencialidades que posee, saque los recursos que la mayoría desconoce y despliegue sus creatividades para resolver sus problemas. Sin embargo no deseo que interpreten mal mis palabras, no he dicho que el Estado le da todo a su pueblo, es más si entramos al caso el Estado ha desatendido casi en todo a su pueblo, simplemente me refiero a los famosos Bonos que da y creen estar haciendo algo productivo, con sus bonitos, cuando sabemos en definitiva que solo están empleando un arma para anular a las personas, a su pueblo.
No nos olvidemos que quien vive de lo regalado se anula como persona, se vuelve perezosa, anquilosada y como un tanque de agua que por inactividad pudre el contenido, pues aquellos gobiernos que por “amor” o demagogia sistemáticamente le regalan todo a la gente (me refiero a los bonos), la vuelven más pobre entre las pobres, se trasforman en indigentes y si no les das asumen la posición de victimas que solo se quejan, donde creen que los demás tienen la obligación de ponerle todo en las manos. Será que esto que les relato está sucediendo en nuestro departamento y en nuestro país, con programas como el PROSOL, el PEUP y los famosos bonos nacionales, a mí me parece que sí, y es que hemos acostumbrado a nuestro pueblo a lo fácil y es muy difícil que quien ha recibido todo regalado, algún día quiera convertirse en alguien útil así mismo, pues a ese alguien le parece que todos a su alrededor son responsables de hacerle vivir bien y cuando esa ayuda no llega, culpa a los demás de su desgracia y no por anularlo como persona, sino por no volverle a dar.
En nuestro país según los datos del Censo Nacional de Población y Vivienda 2012, existen 10.027.254 habitantes y según datos del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas el año 2014, el Bono Juancito Pinto benefició a 2,2 millones de estudiantes (19,9%), el Bono Juan Azurduy a 1,3 millones de madres y niños (11,8) y la Renta Dignidad a más de un millón de adultos mayores, es decir a 9,9% de la población total.
Lo mismo sucede a nivel departamental con el famoso PROSOL, por citar un solo mal ejemplo que es el prototipo de la mala inversión pública subnacional, de la ineficiencia y la falta de transparencia, proyecto al que desde su creación se destinaron aproximadamente 150 millones de dólares, sin ningún resultado a la fecha en favor del campesinado, peor del agro tarijeño.
Y a pesar de que estos mecanismos de subvención han demostrado ser algo eficientes para contener la deserción escolar, promover que las mujeres embarazadas asistan a sus controles pre y posnatalesy mejorar el bienestar de los adultos mayores que no tienen una jubilación y para que en el campo se compren televisores plasma, motos y otros gustitos con dineros caídos del cielo, es necesaria una reflexión sobre las fuentes de financiamiento de estos bonos sociales respecto a la monodependencia del gas y respecto a su efectividad y sostenibilidad que estos mecanismos de redistribución tienen a largo plazo. Pero además es necesario preguntarse ¿si los niños que no desertaron en la escuela están mejor preparados para una educación superior?, ¿las madres que tuvieron un control de sus embarazos tienen los recursos y trabajo para sustentar la crianza de los niños nacidos?, si, ¿se consolidará una economía que genere empleo formal para que los trabajadores aporten para su jubilación?, ¿los campesinos que recibieron este bono, mejoraron su calidad de vida en relación a su producción agrícola?, ¿bajaron los precios de los productos agrícolas? Y, también qué pasará con los bonos después que se acabe el gas.

Es esta la última pregunta, sobre la que deberíamos reflexionar todos, qué pasará con los bonos después que se acabe el gas y si estamos en condiciones de crear y sostener más bonos asistencialistas como los que tenemos y como el que se pretende crear para las personas con discapacidad, o nos concentramos y dirigimos todos nuestros esfuerzos en buscar soluciones integrales que beneficien no solamente a un sector de la sociedad sino a toda la población, es decir enseñemos a pescar y dejemos de repartir el pescado que a propósito se acaba.