BBC MUNDO
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El otro día me invitaron a un tour inusual de Londres. Comienza cerca del Parlamento, pero no incluye ni la Abadía de Westminster ni el Palacio de Buckingham. En cambio, nos piden que estemos atentos a otro tipo de edificios, un apartamento que ocupa dos pisos en un grandioso inmueble del centro de la ciudad.
Mientras admiro los acabados ornamentales en los balcones de la mansión victoriana, nuestro guía nos dice que el apartamento es propiedad de un alto funcionario ruso. No es directamente suyo, pero pertenece a una empresa que está conectada con él, asegura nuestro guía, Vladimir Ashurkov, un exbanquero y político de 44 años que escapó de Rusia hace dos años y obtuvo asilo en Reino Unido.
Según dice, hay una falta de transparencia preocupante en la forma en que se obtienen las propiedades.
Empresas anónimas
«El precio de esta propiedad equivale a 114 veces su ingreso annual», afirma Ashurkov, quien trabaja con el líder de la oposición, Alexei Navalny. En el distrito londinense de Westminster, casi uno de cada diez inmuebles es propiedad de una compañía anónima extranjera y no puede ser asociada directamente con un dueño específico, asegura Transparencia Internacional.
En Kensington y Chelsea, otros exclusivos distritos de la capital inglesa, la estadística es del 7,3%. Y en la City, el corazón financiero de la urbe, llega a 4,5%. Se cree que en todo Londres hay más de 36.000 inmuebles en esas circunstancias.
Pero sólo porque los inmuebles están a nombre de empresas anónimas no implica que sus compradores hayan quebrantado la ley. En Londres es perfectamente legal comprar propiedades de esta manera. Y eso es precisamente lo que objetan los organizadores de este tour: ClampK, la Sociedad Henry Jackson y la Iniciativa contra la Cleptocracia del Instituto Hudson.
Sostienen que es posible usar dinero sucio para comprar propiedades sin mucho riesgo de tener que rendir cuentas sobre ello. Sugieren que eso convierte a los bienes raíces de Londres en una manera simple para que extranjeros adinerados puedan lavar dinero y evadir impuestos.
La BBC no tiene evidencia de que alguna de las propiedades visitadas en este tour haya sido comprada con dinero blanqueado o con el propósito de evadir impuestos. Pero los organizadores aseguran que dado el sistema, es probable.
«Plaza Roja»
Roman Borisovich, de 46 años y otro expatriado y ex banquero ruso que vive en Londres desde 1997, es el fundador de ClampK. En un momento de calma, me cuenta lo que lo atrajo de Londres inicialmente.
«Adoraba Londres por el imperio de la ley y por su tolerancia con extranjeros como yo», me dice. Pero ahora sostiene que le preocupa la «erosión de esta cultura basada en la legalidad».
El tour nos lleva a la Plaza Belgrave, en el centro de Londres, un sitio caracterizado por elegantes mansiones del siglo XIX y embajadas extranjeras con jardín en la vecindad del Palacio de Buckingham. Últimamente tiene un nuevo nombre extraoficial, la «Plaza Roja», gracias a los inversionistas de la antigua Unión Soviética que han estado comprando en la zona.
Muchos compradores extranjeros quieren «propiedades cerca de la familia real», asegura Mark Hollingsworth, coautor de «Londongrad: From Russia with Cash» (Londongrado: desde Rusia con dinero) y otro de nuestros guías. «Muchos oligarcas extranjeros tienen esta extraña opinión de que Gran Bretaña es gobernada por la familia real y la Casa de los Lores», asegura.
Ser dueño de una casa en el centro de Londres otorga prestigio, dice Hollingsworth, y la capital británica también ofrece acceso instantáneo a servicios legales y bancarios internacionales.
Efecto sobre los demás
Asumiendo que la inmensa mayoría de esas compras sean legítimas, no hay razón para no darle la bienvenida a estas inversiones, aseguran muchos de los que están involucrados en el mercado inmobiliario de Londres.
«Creo en el efecto positivo que las inversiones tienen en el resto de la economía», afirma Peter Wetherell, fundador de una prestigiosa firma londinense de corredores de bienes raíz. «Cuando la gente compra esas propiedades caras hay un beneficio económico que resulta de ello. Obreros, diseñadores de interiores, personas que instalan alfombras o cocinas, todos ellos se benefician».
Me muestra un apartamento de tres dormitorios en el exclusivo barrio de Mayfair y actualmente en oferta a un precio de US$9 millones. «Cuando los británicos tenían dinero en la década de 1960 y 1970, compraban propiedades en España, Portugal y Grecia. La riqueza se repartió por el mundo», afirma. «Ahora el mundo quiere repartir su riqueza y traerla a Londres».
Pero la presión está aumentando en Reino Unido para cambiar el actual sistema y su falta de transparencia. A bordo del bus conmigo viajan representantes de organizaciones no gubernamentales, escritores y políticos integrantes de un grupo parlamentario anticorrupción, que expresan preocupación por la posibilidad de que el actual sistema permita el lavado de dinero.
«Tres cuartas partes de las propiedades compradas son adquiridas en secreto; eso está mal, debería ser completamente transparente», asegura Jeff Rooker. El gobierno británico planea adelantar una consulta sobre el tema a finales de este año. También empezará en julio el primer registro de los beneficiarios de todas las empresas británicas.
Eso le dará más transparencia a la propiedad de viviendas mediante empresas británicas, aunque no afectará a empresas extranjeras que invierten en Londres.