Jimmy Ortiz Saucedo
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La difícil realidad de los Derechos Humanos (DDHH), en varios países de América Latina y del continente africano, me interpelan. ¿Hasta qué punto se debe respetar la soberanía de países que violan los DDHH?,¿Será que la soberanía da carta blanca a los gobiernos para coartar la libertad de expresión, torturar y matar? , ¿Será la soberanía un escudo para la impunidad?, ¿hasta qué punto los países que suscribieron la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) tienen que tolerar estas violaciones?,¿puede existir Democracia sin DDHH?
El concepto de soberanía se fue moldeando a partir de la paz de Westfalia (1648), que dio fin a la Guerra de los Treinta Años en Alemania y la Guerra de los Ochenta Años entre España y los Países Bajos. Este evento dio origen a un nuevo orden en Europa, el paso del feudalismo al Estado Nación, lo que implicó el advenimiento de la soberanía nacional.
El concepto de DDHH es muchísimo más antiguo. Se remonta a los corazones nobles que existieron desde el principio mismo de la civilización. Los seres humanos tenemos marcado a fuego en el alma este sagrado precepto. Por desgracia existen también los corazones ruines, aquellos que son parte de nuestro lado oscuro, en esa sui generis mezcla de ángeles y demonios que somos los mortales.
Avanzando la historia fue necesario que el mundo globalizado uniforme conceptos, leyes e instituciones, para la defensa de este trascendente derecho. No otra cosa fue la histórica Declaración Universal de los Derechos Humanos. Documento que por desgracia es todavía una utopía para muchos países, ni que decir de los de DDHH de segunda y tercera generación.
Los DDHH y su relación con la soberanía, tienen que ser revaluada a la luz de la conciencia del hombre del siglo XXI. Los organismos internacionales tienen que buscar soluciones políticas, económicas e incluso militares, para obligar a los gobiernos a cumplir efectivamente con los DDHH.
No es posible que los gobiernos opriman al pueblo que lo eligió y del que «dizque» se origina su poder. Esta es una incoherencia monumental. No es tolerable que en lugar de ser su protector sea su verdugo, por más enemigo ideológico que sea.
El respeto de los DDHH es una garantía recíproca para los adversarios políticos. Asegura una convivencia civilizada. ¡Porque el poder no es eterno! En cualquier momento la tortilla se vuelca y los torturadores de ayer son las victimas de hoy.
Yo se que las NNUU; guardián de los DDHH, ha hecho bastante, pero a juzgar por la realidad todavía no lo suficiente.
Nadie valora más los DDHH que el que los está perdiendo. Los que son cobijados por su manto cálido, subestiman su valor.
Como ciudadano que veo con angustia la violación metódica de los DDHH de mi pueblo, sugiero lo siguiente: 1) Que la política de NNUU se enfoque principalmente en la prevención. 2) Que el reconocimiento de los DDHH constituya una categoría de mayor valor jurídico que las Constituciones de los Estados. 3) Que no se necesite agotar las instancias nacionales para apelar a tribunales internacionales de DDHH. 4) Que las instituciones defensoras DDHH no dependan del gobierno; único potencial violador. Que sean, por el contrario, instituciones políticamente neutrales. 5) Que se destaquen observadores permanentes de las NNUU, a vivir en las comunidades en riesgo.
La soberanía del Estado tiene un límite, como todas las cosas en este universo, este límite es los DDHH. La frontera entre el mundo civilizado y la barbarie.