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Raúl Pino-Ichazo Terrazas

(Abogado, Catedrático)

El magisterio es un apostolado, quizás el que más sacrificios y esfuerzos intelectuales exige, después del apostolado del sacerdocio. Esa vida de entrega a la educación y a la enseñanza, la eligió para si el renombrado pedagogo tarijeño Delfín Pino-Ichazo, que fue un conspicuo preceptor de la enseñanza correcta del idioma español, prioritariamente la parte ortográfica (véase su Tratado de Ortografía Practica). Este notable prescriptor intelectual vislumbro en sus constantes disquisiciones sobre la educación que el niño olvida con la misma facilidad con que aprende. Esto se manifiesta en nuestro país, cuando se comprueba incontrastablemente al vencer los ciclos de primaria y secundaria e ingresar a un mundo muy diferente como lo es el ámbito universitario.

Delfín Pino-Ichazo, afirmo en aquel entonces que, los niños, por la mala enseñanza elemental que recibieron, incurren, con despiadada frecuencia en errores muy graves cuando escriben o hablan. Este visionario pedagogo, intuyó con deducciones e inferencias para llegar a la verdad, que en el curso de la vida, es difícil llegar a aprender bien, lo que en la escuela o colegio se redujo a teorías y definiciones arduas e ininteligibles a la mentalidad de un niño, en lugar de elegir un estudio agradable de la ortografía y el buen hablar o la dicción como él lo hacía, actividad en aula matizada con constantes ejercicios y práctica frecuente, además de los debates sobre diferentes temas que acucian a los niños, para valorar su destreza en el lenguaje.

Prueba de esa lamentable falencia es el nivel de dominio de la buena escritura y el lenguaje que se observa en las universidades, cuando un catedrático no solo debe corregir la materia objeto de medición académica sino también la ortografía, que lo hace adicionalmente por el apostolado, que a buen catedrático nunca abandona.

Delfín Pino-Ichazo, llego a paroxismo de su visión cuando expreso muchísimas veces en foros y conferencias que, cuando se imparte la enseñanza pública en Bolivia, asignándole un carácter más educativo, patriótico y hasta nacionalista, esta no debe realizarse utilizando textos extranjeros, ajenos a la idiosincrasia de los bolivianos, a las propias necesidades de la juventud, a los ideales a este último estrato social que siempre empuja a la evolución y, finalmente, extraños al sentir del pueblo.

Dentro de esta línea tan explícita, Pino-Ichazo, indicaba que si educar, moralizar y despertar definitivamente el ansia de formarse sólidamente en el educando, reside en la interacción en el aula, nada más lógico es que se utilicen textos concebidos en el país.

Delfín Pino-Ichazo, resumió su vida en la creencia que un educador, en lugar de utilizar libros exóticos para tomar ejemplos y párrafos insustanciales e ininteligibles al medio, preferirá textos adaptados, escritos y compuestos con propósitos claros, definidos y comprobados, por pedagogos bolivianos.

Pino-Ichazo, tenía en su devoción a la educación principios muy esclarecedores para enriquecer la educación, como ser: inculcar, sin obligar, en la mente del educando la idea de Dios, propender a formar el carácter, base fundamental para acometer todos los desafíos intelectuales de la vida, inculcar el amor a la verdad y a la conciencia moral, exaltar los valores cívicos con nociones concisas sobre su determinada influencia en el ciudadano.

Delfín Pino-Ichazo  legó a todos los que aman a la educación y la transmiten con pasión, vehemencia y entrega, no dejando nada de resto para sí, indicaciones pedagógicas y metodológicas valiosísimas, aconsejando sin ufanamientos a todos los maestros y catedráticos, a enseñar todo lo que está en relación a la capacidad de los estudiantes y descubrir en ellos sus capacidades y destrezas escondidas y hablar sobre ellas para que el estudiante asuma su dominio. Sus múltiples obras así lo expresan.