Noticias El Periódico Tarija

Luis Fernando Ortiz Daza
Psicólogo

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Mayo de 2008, un grupo de campesinos que marchaban a Sucre con banderas de apoyo al presidente Evo Morales, fue secuestrado por bandas organizadas por el entonces comité cívico interinstitucional y gente de la alcaldía de Sucre, fueron golpeados y separados de sus mujeres e hijos, a quienes se les permitió (obligó) a marcharse. Ese día oscuro para la capital del naciente Estado Plurinacional, los campesinos fueron desnudados del torso, les quitaron sus ojotas, fueron golpeados, les obligaron a quemar  sus banderas y pancartas.
Arreados como animales salvajes fueron llevados a la plaza 25 de Mayo, cuna de la libertad, emancipación siempre  pisoteada para los indígenas campesinos. Allí fueron obligados a arrodillarse, a cantar y gritar consignas contra el presidente y a favor de la capitalidad  plena, luego los hicieron correr, perseguidos por una turba enceguecida que quería seguir golpeando hasta quizás provocar la muerte de alguno de ellos. Pobres indios que solamente pedían inclusión, que creían posible un mundo mejor con ellos participando.
Entre los campesinos había menores de edad, autoridades de municipios vecinos de una Chuquisaca siempre pobre,  eternamente postergada para la gran mayoría y que solo en la capital había privilegios de una élite que tenía miedo de perder lo que mañosamente habían obtenido. Sucre la capital sufría días de furia, se había desatado un monstruo y no pocos querían un presidente indígena.
Retumba aún en nuestros oídos el oír a esos campesinos cantar el himno a Chuquisaca, que en sus estrofas dice libertad, libertad, pobres hombres siempre esclavos, humillados por siglos  cantando libertad frente a sus agresores. Las voces decían, ni con militares, ni con policías, ni con campesinos, las voces fascistas decían que nunca los iban a derrotar. No fue así, el gobierno tenía más fuerza, tenía convicción y apoyo para derrotar la resistencia racista.
Después vino la Calancha, esta vez el gobierno utilizó la fuerza para acabar definitivamente con la resistencia. El grupo que se oponía a la nueva constitución, al nuevo Estado,  sufrió esta vez bajas, hubo muertos y heridos y se trasladó la asamblea a Oruro, para terminar definitivamente en el Congreso en la Ciudad de La Paz.
Hoy sabemos que los responsables de un bando están siendo condenados, hoy tienen sentencia que va desde los tres a los seis años, lamentablemente no están todos los que son, ni son todos los que están. Hay razones valederas para poner en duda algunas sentencias y estas provienen del uso que hizo el gobierno del aparato judicial para perseguir opositores, no voy a dar nombres de algunos probables inocentes, pero, si tendemos al equilibrio y a la justicia, se debe exigir el mismo rigor para quienes provocaron muertes de parte del gobierno.
Ha sido doloroso y largo el parto del nuevo Estado, no solo fue Sucre, empezó en El Alto o quizás antes con la primera marcha indígena del oriente a La Paz, la guerra del agua, febrero negro, la resistencia de los cocaleros en El Chapare donde se forjó la figura de Evo Morales, así hasta octubre rojo. El cerco campesino a Santa Cruz, las luchas en las calles de Tarija, Beni, Pando, Potosí y Oruro, en Cochabamba donde un lapsus desnudó la proyección de la desesperación de un prefecto que quería un gobierno federal y pedía la independencia de no se sabe qué Estado en gestación.
En Pando un baño de sangre por la furia desatada de uno y otro bando, más muertos por el discurso incendiario de la oposición y la estrategia envolvente del gobierno, eran tiempos de guerra y el fin justificaba los medios, la élite del oriente no se iba a estar quieta y pisaron el palito, se creyeron que  había que luchar por la autonomía desde el terrorismo, se financió un grupo que más parecía una célula de principiantes o avezados delincuentes que querían sacar plata a los desesperados racistas de los comités interinstitucionales.
Había que acabar con la resistencia, tenían que salir todos o al menos los más molestos al régimen, los prefectos de la media luna, y el gobierno tuvo ayuda, paradójicamente muchos comités cívicos se nutrieron de gente fascista, racista y que odiaba al indio, se armó gente y en Tarija no hubo un baño de sangre por la actitud pacifista de dos autoridades y porque siempre hubo una alianza entre campo y ciudad, porque el chapaco es el campesino y es el citadino.
Hoy hay sentencia para algunos en Sucre, pero, hay un tufillo de venganza, no de justicia, fieles a la aplicación de la misma y en manos de un aparato corrupto y siempre al servicio del régimen de turno, hoy se reabre una herida, la sentimos en el alma y resuena el himno a Chuquisaca cantado ese 24 de mayo de 2008.