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Jimmy Ortiz Saucedo

No me cansaré de exigir el respeto a la Democracia. Ella es una conquista universal y no la concesión graciosa de mandatarios coyunturales.

La Democracia es el epítome de la evolución política. Es la única forma civilizada de gobernar pueblos y naciones. La Democracia es innegociable en el siglo XXI. Aunque para sociedades con cultura democrática lo fue muchos siglos antes.

Y no caben interpretaciones antojadizas sobre su concepto. La Democracia ya dejó de ser una entelequia, entendida por políticos de izquierda y derecha de diferente manera. Hoy la Democracia está taxativamente definida en La Carta Democrática Interamericana de la OEA, desde el 2001, y aceptada por sus países miembros con rango supra constitucional. No hay donde perderse.

En la Bolivia «plurinacional» de Evo Morales la Democracia se ha deteriorado a tal grado, que exigir el cumplimento de la mencionada carta es pedirle peras al olmo. Aquí ni siquiera se respeta el voto del pueblo, características básicas que identifica la Democracia desde más de 500 años antes de Cristo.  ¡Y tienen la desvergüenza de llamarla «democracia»!

En muchos casos las elecciones de autoridades, así como los referéndums departamentales y nacionales, son verdaderas pantomimas tercermundistas de una «democracia» de mentira. Votar sólo sirve para hacer creer al pueblo que esto es «democracia», y desgraciadamente muchos lo creen. Nuestra falta de cultura  democrática es patética, el silencio de la OEA y de la Comunidad Internacional también.

Ya son demasiados los gobernadores y alcaldes destituidos por  su «justicia», o por presiones callejeras, con un clarísimo modus operandi. Irrespetando con ello la voluntad popular expresada en las urnas y perjudicando el desarrollo de departamentos y pueblos enteros.

El trágico episodio de Yapacaní es apenas el último de una larga lista que estoy seguro continuará. La falta de respeto a la voluntad del pueblo acarrea muerte y sufrimiento, muchos matan y mueren por su causa. Esto fue así ayer, es así hoy, y lo será mañana.

Vienen a mi mente la destitución de los gobernadores: Leopoldo Fernandez, Mario Cossío, Ernesto Suarez y la de los alcaldes: Jaime Barrón, René Joaquino, Héctor Cartagena, Víctor Balderrama, Jhonny Pardo, Delfor Burgos, Nyls Carmona, Bladimir Chávez y otros. Así como los obligados a renunciar  por presiones callejeras como: David Carvajal, Adalid Carvajal, Abel Vera, Elías Felipe Villca y otros. Sin contar los más de 10, entre gobernadores y alcaldes, que están en capilla.

Pero a pesar de todo el esplendor de la Democracia no será sometido ni acallado mucho tiempo. La firme resistencia latinoamericana contra el Plan Cóndor, y los recientes levantamientos populares de la Primavera Árabe, son ejemplos recurrentes en la historia universal. Bolivia no es la excepción.

El deseo de libertad del pueblo es siempre más fuerte que la angurria por el poder de los tiranos. O sino pregúntenle a Carlos I de Inglaterra, a Pinochet, a Stroessner, a Garcia Mesa o a Gaddafi. Es solo cuestión de esperar.