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Gastón Cornejo Bascopé

A propósito de estos dos grandes intelectuales, comento el epistolario de 78 documentos intercambiados, de 1908 a 1939, entre un gran escritor, filósofo, Stefan Zweig y un científico supremo Sigmund Freud, médico, psicólogo y artista. Ambos de origen judío, por tanto sensibles y cultos, creadores de  valores espirituales y en el caso de Freud, el disector de la anatomía del alma, quien trascendió el vasto campo de la Psicología y la Psicopatología para el futuro de la raza humana.

“Muy apreciado profesor”- iniciaba la misiva el escritor de La Curación por el Espíritu. – “Querido señor” – respondía el genio del psicoanálisis. Solamente en la última carta Zweig escribe afectuosamente “Mi querido y respetado amigo y maestro”; nueve días antes del fallecimiento de Freud, el 23 de septiembre de 1939. Esos eran tiempos de respeto y consideración a la dignidad humana.

En la correspondencia encuentro un enorme intercambio de pensamientos, corrección de datos biográficos, llamadas de atención ante infamias que pretenden enemistar las dos almas gemelas; reverencias mutuas, gentiles gratitudes, obras dedicadas y amistades excelsas: Romain Rolland,  Thomas Mann, Jules Romains, Virginia Woolf, Hermann Broch, Salvador Dalí, Andre Gide, Hermann Hesse, Aldous Huxley, James Joice, André Maurois, Somerset Maugham, Pablo Picasso, Albert Einsten, los grandes de ese tiempo.

Registro notables comentarios sobre las obras: Confusión de Sentimientos, Amok, Jeremías, Magallanes, Fouché y las innumerables figuras del sumo investigador – el panteón de biografiados – como irónicamente refiere Freud. Cómo disecan ambos el tema del Delfín Luis XVII, infante cuyo testimonio en el proceso político contra la madre María Antonieta, expresa: “¿Cuándo guillotinarán por fin a esta maldita puta?” o la curiosa coprolalia de Mozart.

El estudio de Moisés que Freud le envía con una hipótesis convincente merece de Zweig una respuesta definida: “Las ideas no tienen ninguna patria verdadera en la Tierra. Flotan en el aire entre los pueblos, entre los seres humanos y apenas hay fe, religión, conocimiento, que no mezcle lo propio con lo adventicio. El Moisés real, el corporal, el que ha trasmitido a la humanidad el monoteísmo, lo convierte en una idea de vigencia mundial”  El texto de felicitación pergeñada por Zweig para el 80 aniversario natal de Freud es verdaderamente espléndido.

A ambos seres, vanguardistas de la libertad y el respeto a la dignidad humana no les asombraba la erupción de la bestialidad demoníaca de los instintos primitivos; más tarde, comprobaron que lo bárbaro, el afán de destrucción, era inextinguible en el alma humana.

En El Mundo de ayer, la autobiografía, Zweig comparte las impresiones de Freud sobre el espanto del mundo hitlerista. A los dos los persiguen pero a Zweig lo declaran enemigo y no puede alejarse más de 5 millas de la plaza del mercado en Londres, escribe: Sic transitgloria mundi – “Así pasa la gloria en el mundo”.

Maltratados por el “Guía” o Fuhrer del nacional socialismo. Exclama Zweig: “Tenemos que permanecer firmes. No tendría sentido morirse sin haber visto antes el descenso de los criminales a los infiernos” (Sin embargo, se suicidó en Brasil ante el horror del Holocausto nazi en 1942). Freud responde con una cita de Horacio, en latín: “Incluso cuando el orbe se derrumba con estrépito, encuentran las ruinas un corazón que no teme”.

Zweig y Freud me ayudaron con su nobleza a mantener mi idealismo, también a comprender la soberbia y la mendacidad que nos gobierna, a sobrevivir la crisis democrática que nos avergüenza. Aprendí el significado de La brutalidad de Procusto.

Cochabamba, Febrero 2016.