Este viernes en la noche una tormenta de proporciones golpeó duramente la ciudad de Yacuiba en la provincia Gran Chaco, vientos huracanados, lluvia intensa, fueron los componentes precisos para sumir a esta urbe fronteriza en el caos, el miedo y la incertidumbre. Pasado el vendaval se pudo evidenciar el daño causado por la fuerza de la naturaleza, árboles caídos, techos levantados, vehículos aplastados, calles inundadas… un cuadro desolador al que los habitantes de esta ciudad no están acostumbrados. Y lógico que se desnudaron las falencias más grandes, falta de personal, falta de equipamiento y falta de respuesta rápida y oportuna. Pero los yacuibenos no deben sentirse mal por darse cuenta que en situaciones así están prácticamente de «la mano de Dios», como casi todos, por ser siempre reaccionarios y nada pro activos y preventivos.
La realidad en la ciudad de Tarija no es muy diferente, pendemos de un hilo cuando la naturaleza descarga su furia incluso a media fuerza, una hora de lluvia continua genera caos en la capital del Departamento que, en especial en el centro, tiene alcantarillas estrechas y colapsadas por la basura, veredas a las que por los constantes recapamientos sin criterio técnico se les ha ido restando altura por lo que es muy fácil que sean sobrepasadas por el agua, si miramos las nuevas y revolucionarias anchas aceras del casco viejo, el tema es más grave pues cuando llueve se convierten en una piscina y no se identifica cual es la calle y cual la vereda. Pero este caos no es exclusivo de los barrios más antiguos pues existen otros más jóvenes y en teoría modernos que deberían haber sido mejor planificados y diseñados que gritan ante estos fenómenos naturales, también se inundan, también colapsan, mostrando que no construyeron la ciudad respetando aspectos técnicos mínimos como para garantizar que resista ante estos fenómenos.
Claro que nadie le puede poner límites a la naturaleza, por esa misma razón debemos planificar mejor nuestras urbes y dotarlas de mecanismos de socorro o ayuda pronta y oportuna, no debemos dejar que nuevamente nos encuentren «en pañales», desprotegidos, distraídos, sin respuesta, bloqueados. Para eso es preciso que las autoridades diseñen un verdadero plan de contingencia para hacer frente a las situaciones explicadas y comiencen a transformar nuestros pueblos y ciudades, corrigiendo lo que se hizo mal y nunca más repetir los nefastos errores cometidos en el pasado que hasta costaron vidas humanas.