ABI/BOLINFO
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El país, enclavado en los Andes y la Amazonia sudamericanos, se ponía bajo reflectores de la comunidad internacional, principalmente la región, donde Morales, anteimperialista por antonomasia, se ha convertido en la contención de un sistema progresista que experimentó remisiones recientes en Venezuela y Argentina los últimos meses.
Una centena de observadores de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) y la Organización de Estados Americanos y otra veintena de Pueblos Indígenas de Chile y Perú escrutarán el referendo, crucial en lo focal para la oposición criolla de derechas aprensiva ante la posibilidad de quedarse lejos del aparato estatal hasta 2025.
Opuesta en rotundo a que Morales obtenga el salvoconducto del electorado boliviano, sin importar que el mandatario que gobierna Bolivia desde 2006 deberá someterse aún, en caso de ganar el Sí este domingo, al veredicto del voto popular en los comicios de 2019, la oposición desarrolló la mayor campaña de publicidad negra que considere la historia electoral del país que ha visto dirimir sus desencuentros políticos a golpes de puño y pie o con brutales cuartelazos.
La campaña centró en su mira a Morales y puso en el tapete tópicos de la vida sentimental y privada del jefe de Estado de un país de larga tradición pacata y machista, cuya historia ha celebrado, entre otros, el «bragetazo» con que el presidente Enrique Hertzog (1947-49) se hizo de pesos para un buen pasar.
La campaña por el No a Morales -que saltó los medios convencionales y se radicó en las redes sociales-, expuso a la luz pública, como tráfico de influencias, la relación del gobernante con una abogado y empresario contratada por una compañía china.
Se cebó también en una corruptela en un Fondo Indígena y hasta intentó utilizar la muerte por asfixia de 6 funcionarios a media semana como remate de una protesta de padres de familia en la ciudad de El Alto, vecina de La Paz.
Mientras, la campaña por el Sí exhibió las obras por miles realizadas por el gobierno de Morales, la economía boyante, la primera gran vertebración carretera del país, la recuperación e industrialización de los hidrocarburos y la estabilidad política sin antecedentes y la inédita inclusión social en un país que creció sin mirar a su mayoría indígena.
Dos encuestadoras internacionales, Mori e Ipsos establecieron que, pese a las denuncias contra Morales, el Sí y el No empataban en 40% a semana y media del referendo y que un millón de indecisos debían resolver, entre otras cosas, la orientación del proceso de cambio que galvaniza el mandatario indígena hace una década en que Bolivia se ha vuelto un campeón del crecimiento de la economía.