Noticias El Periódico Tarija

Marcelo Ostria Trigo

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Hace pocos días, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, en uno de sus muy frecuentes discursos, dijo: «¿El pueblo va a permitir que la oligarquía, que ganó la Asamblea Nacional por la confusión de un sector de nuestro pueblo, tome el poder político en Miraflores?». Y él mismo respondió: «Para eso es que nos estamos preparando, para no permitirlo ni por una vía ni por la otra, ni por las buenas ni por las malas».
Esto, mientras “La Venezuela revolucionaria descarrila a toda velocidad” y “el Fondo Monetario Internacional avisa que el país corre el riesgo de ‘implosionar’. Y no faltan razones: “hiperinflación (30% en enero, según fuentes extraoficiales), escasez aguda de medicamentos; enormes colas, con trifulcas incluidas, en busca de alimentos y productos básicos; el país más corrupto de América latina y uno de los mayores del mundo…” (Daniel Lozano, “El relato chavista se resquebraja, a 17 años de su llegada al poder”. La Nación, 04.02.2016).
Hace muchos años —durante la segunda guerra mundial— la revista Selecciones del Reader’s Digest, publicaba un artículo: “Mientras Hitler habla, la victoria se le esfuma”. Muestra que no es nuevo que la charlatanería sea el resultado de los temores a la segura derrota política y aun bélica. En el caso venezolano la repulsa popular es evidente: “El último sondeo de Hinterlaces, encuestadora ligada a la revolución, confirma la hecatombe: el 79% de los venezolanos cree que la situación empeoró en 2015”. (Lozano).
No se puede ignorar la grave advertencia de Maduro. Si bien ya hay pocos vestigios de democracia en el régimen neopopulista que fundó Hugo Chávez, es inaceptable que se amenace con desconocer la voluntad popular. El chavismo perdió en las últimas elecciones parlamentarias, no por la “confusión de un sector de pueblo” venezolano, sino por la gravísima crisis que soporta y por la ineficiencia, la corrupción y el autoritarismo de un régimen que ha perdido toda esencia democrática.
La descalificación abusiva de una oposición ya consolidada como la que está representada en la Mesa Democrática, que ganó la mayoría de los curules de la Asamblea Nacional venezolana, muestra el grado de deterioro de una autocracia. No se trata de la “oligarquía” u otros motes con los que el chavismo pretende disminuir su acelerado desgaste. La pendiente descendente del PSUV es evidente, sin necesidad de ninguna acción política. Lo que falta es que se aplique la Carta Democrática Interamericana, de la que Venezuela es signataria.