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CNN/BOLINFO
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El gobierno estadounidense piensa que Jakiw Palij fue un guardia en un campo de concentración nazi, pero el hombre de 92 años de edad está viviendo tranquilamente sus últimos años fuera de prisión… confinado por su avanzada edad a un modesto departamento dúplex de ladrillo rojo, en un segundo piso, en una de las secciones más diversas de la ciudad de Nueva York.
Jackson Heights, Queens, es un vecindario en desarrollo, en su mayoría de inmigrantes, a solo 20 minutos en metro del centro de Manhattan.
La vida de Palij allí representa el fin de una era: pues es el único caso que permanece abierto de la época nazi buscado por la Oficina de Derechos Humanos y Procesos Especiales del Departamento de Justicia.
A pesar de más de una década de intentos de deportación por el Departamento de Justicia, Palij, quien trabajó en el campo de concentración Trawniki, en Polonia, probablemente morirá en Estados Unidos.
Un juez federal ordenó la deportación de Palij en 2004, pero ninguno de los tres países europeos a los cuales podría ser enviado lo recibía.
En expedientes judiciales, él ha negado irregularidades, afirmando que él y otros hombres jóvenes en su pueblo natal polaco fueron obligados a trabajar para los ocupantes nazis.

Eli Rosenbaum ha dedicado una carrera a perseguir hombres como Palij.
Rosebaum era pasante cuando se unió a lo que era entonces la Oficina de Investigaciones Especiales en 1979, poco después de que fuera creada.
Ahora, como director de Estrategia y Política de Ejecución de Derechos Humanos, Rosenbaum se ha convertido en el más conocido cazanazis del Departamento de Justicia, y ha ayudado al departamento a investigar 137 casos, de los cuales en 107 tuvieron éxito y lograron despojar a los nazis de la ciudadanía o deportarlos.
Entre ellos: John Demjanjuk, conocido como «Iván el terrible» entre los supervivientes del campo de exterminio de Treblinka, quien fue juzgado en Israel y Alemania después de que la unidad de derechos humanos del Departamento de Justicia buscó su deportación.
Michael Kolhnhofer estaba tan indignado por los esfuerzos de deportación del Departamento de Justicia que cuando los reporteros se presentaron en su casa en Kansas City en 1996 para hacer preguntas, él comenzó a disparar desde su puerta principal. El antiguo guardia nazi del campo de exterminio de Buchenwald murió después de un tiroteo con la policía.

Para Rosenbaum, su carrera como cazanazis fue accidental.
Después de su pasantía el pensó en una carrera de leyes, quizás en finanzas.
Cuando era pequeño, su familia en Long Island, Nueva York, no hablaba sobre el Holocausto. El término «Holocausto» ni siquiera era lenguaje común hasta una transmisión de NBC en 1970 de una película para televisión basada en los Juicios de Nurémberg.
Rosenbaum recuerda un viaje en auto, hace décadas, con su padre mientras nevaba en Nueva York, quien comenzó a contarle de su servicio militar durante la guerra. Su padre describió la llegada a Dachau, Alemania un día después de que liberaran el campo. Entonces dejó de hablar. Rosenbaum miró a su padre… él estaba tragándose las lágrimas.
«Era una época en la que simplemente no veías llorar a tu papá», recuerda Rosenbaum.
La oficina de derechos humanos inició después de que la presión del Congreso y del público provocó que el Departamento de Justicia intentara localizar antiguos nazis que se habían mudado a Estados Unidos… algunos de ellos con la ayuda de espías estadounidenses y autoridades competentes que reclutaban antiguos nazis con conocimiento técnico. En los últimos años, la oficina también investigó casos relacionados con las atrocidades cometidas en Bosnia y Guatemala.
En los casos de los nazis, un puñado de abogados, historiadores e investigadores buscaron hasta 70.000 nombres de posibles nazis. Sus obstáculos eran muchos: tenían que depender de un escaso suministro de documentos, algunos en poder de las autoridades de la Unión Soviética y países detrás de la Cortina de Hierro. Los sospechosos trabajaron duro para ocultar sus identidades. Algunos se escurrieron en Estados Unidos como refugiados y todos negaron cualquier participación en atrocidades. Los testigos eran pocos, sobre todo en casos como Trawniki, en donde los nazis acabaron con poblaciones enteras.
«Nuestros casos de la Segunda Guerra Mundial son los últimos pendientes. Todos los crímenes tuvieron lugar hace décadas del otro lado del inmenso océano», dice Rosenbaum. «Es muy parecido a buscar una aguja en un pajar».
Ahora, también el tiempo juega en contra. Las personas que en la época nazi eran adultos, están muriendo rápidamente.
Pero Rosenbaum está seguro de que perseguir hasta al último nazi es lo menos que se puede hacer por las víctimas del Holocausto. En el caso de Palij, él dice: «El señor Palij evitó que otras personas llegaran a la vejez. Él trabajó en el campo de formación y el campamento base Trawniki SS –el que realmente era una escuela para el asesinato en masa– y entrenó con judíos vivos en el campo Trawniki de trabajos forzados para judíos. Y, al final, todos los que permanecieron allí fueron masacrados».
La ironía para los abogados e investigadores que trabajan en los casos fue que después de consolidar la evidencia de que alguien estaba involucrado en atrocidades, lo más que la ley estadounidense les permite hacer es deportar a los antiguos nazis. Juzgarlos por los mismos crímenes en contra de la humanidad es algo que fue dejado en manos de las autoridades en otros países.