Noticias El Periódico Tarija

Muchas veces la tristeza nos invade silenciosa, paulatina y profundamente; y cuando nos percatamos de esto estamos sumergidos en un desierto de amor, de amigos, de sueños, de proyectos y de ganas de vivir.

Cuando luchas contra ella, sientes que todo está en contra de ti… la soledad, la angustia, la culpa, los desamores, las ingratitudes y en especial las decepciones hacen un hueco en tu alma; y tú, al cerrar los ojos deseas no abrirlos más y sueñas con ello, como un dulce refugio para no seguir con tantos por qués.

Cuando te preguntas el ¿por qué?, lloras inconsolablemente, porque estallas en un remolino de emociones, porque te sumerges en la indiferencia, porque evades la realidad y porque tus sentimientos no tienen validez para los demás y tan sólo te llevan a una depresión mayor.

De pronto y sin darte cuenta, toda esa oscuridad es iluminada esplendorosamente, la tristeza es esbozada en lágrimas de sí puedo, la soledad te hace ver que has lastimado,  la angustia te hace entender que amas y la indiferencia te hace reflexionar que hay alguien que constante y sigilosamente ha estado a tu lado esperando a que pase la tormenta.

Cuando sientes eso te das cuenta de que estas vivo, y de lo precioso de este don, y que tienes miles de motivos para vivir. Entonces, sientes que estás aterrizando animado con el impulso de un cohete… aprovecha y llega hasta donde tu esencia desea llegar.

Morir tiene diferentes caras, la más dolorosa es morir espiritualmente, es enajenarse, es perder el norte, es no hallarse… ¿Cuántas veces nos pasa esto a lo largo de nuestras vidas? Si alguna vez nos sucede, debemos hacer hasta lo imposible para retomar un nuevo aliento, no por los demás sino por nosotros mismos, a pesar de que el motor de nuestras vidas sean los hijos, la familia o un amor…