Noticias El Periódico Tarija

La masacre de miristas, quizás los más esclarecidos y coherentes del MIR, aquel año de 1.981 fue a todas luces la culminación de una época, de aquella izquierda de clases medias y altas que nunca terminaron de conocer al país profundo. Hijos del latifundio destruido en la revolución del 52, que se radicalizaron porque les tocó la pobreza. Izquierda racista y colonial que poco después demostraron su inutilidad absoluta gobernando en la (1.982-1.985) UDP: despiste total, corrupción generalizada, racismo y pigmentocracia frente a fenómenos para ellos desconocidos como los movimientos indígenas e indianistas.

Las dictaduras militares cerraban también un capítulo siniestro de 18 años, donde pensar distinto o simplemente pensar estaba prohibido, y era castigado con el exilio y el riesgo de la muerte. Así los años 80 del anterior siglo, serán la prueba más contunde del fracaso de la izquierda tradicional y repetitiva del marxismo escolástico y biblia de los sacerdotes rojos, totalitarios y sin ningún conocimiento científico de nuestras realidades.

En efecto, también hay en Bolivia una izquierda colonial, oligárquica y de moda, que viven en los mismos barrios de sus compinches de derecha. Incluso probablemente comen en las misma mesa, porque esos folklores son muy intensos en un país como el nuestro. Porque la ideología es para los pobres, de consumo de masas. Porque  miristas, emebelistas, socialistas, comunistas de clases altas y medias hacen negocios y buscan poder. Eso desde siempre es parte de las costumbres en la política boliviana. Los discursos de compromiso son parte del folklor político en estos sectores oligárquicos. Actualmente estos sectores se atrincheraron en las universidades estatales, para seguir mangueando al Estado y hacerle frente al llamado proceso de cambio. Son los mismos, quizás con las yapas de los movimientistas, adenistas, eneferistas y tukuy imas del colonialismo político. Son los dueños de las universidades.

La cuestión de clase, señorial y oligárquica, sigue siendo la constante en las definiciones de la política boliviana. Algo ha cambiado en estos años; pero esencialmente los poderes económicos e industriales siguen en manos de estas clases. Su desconocimiento de nuestras realidades es proporcional al tipo de Estado, que construyeron sus tatarabuelos coloniales y señoriales. Los hijitos de papi están tan acostumbrados al manejo de poder, que sus imaginarios se reconstruyen en el tiempo y en la historia. Hoy muchos de ellos se ponen ojotas y ponchos multicolores, pues hay que estar de moda pero no perder el poder.

Éramos colegiales cuando escuchábamos aquellos discursos revolucionarios, de cambio y de compromiso de muchos miristas, socialistas y comunistas en los años 80. Poco después fueron ellos mismos los funcionarios del neoliberalismo, los técnicos y pensadores del sistema. Nada les importó de la pobreza y de indígenas. Los negocios son más importantes. Ni siquiera hubieronexcepciones o al menos muestras de gente distinta. El pragmatismo político es la mejor escuela en estas clases altas y medias: el fin justifica los medios.

El mismísimo Marx dijo que la liberación será obra de los mismos explotados. De nadie más. Y la historia en eso es nítida como el agua de montaña, porque nuestros pueblos cansados de tanta payasada y actuación cínica de dichas clases, tomaron en sus manos las decisiones de nuevos procesos, de nuevos derroteros y de nuevas posibilidades, más dignas y más nuestras, más nacionalistas étnicas. Tuvieron que ser quechuas, aymaras y guarníes los que empujen el carro del destino en Bolivia. La ausencia de pensadores e intelectuales de peso en aquellas clases altas y medias, pues les deja ciegos y tuertos en las complejidades de nuestras realidades.

Hoy los avances han sido significativos; pero todavía pocos y costosos. El poder inmenso de estos sectores, desde la colonia y república, no se ha modificado substancialmente. De hecho el poder económico sigue en manos de las oligarquías y colonias extranjeras. Acciones como el fondo indígena son las mismas que en las épocas del movimientismo, donde también se compraban campesinos y mineros de manera corrupta. Los aprendizajes son importantes, y desde nuestras nacionalidades no tenemos que bajar la guardia ni siquiera en los momentos de triunfo. Sólo dependemos de nuestras propias fuerzas, desde nuestras raíces e historias ancestrales. Porque las oligarquías de izquierda y derecha son compadres desde la colonia misma, y como nos señala la historia nada cambiarán en este país, absolutamente nada.

                                                                                                 La Paz, enero de 2016.