Si tuviéramos que elegir el ítem dominante en el que se ha invertido casi todos nuestros recursos, a nivel municipal o departamental, este no podría ser otro que el cemento. Y si tendríamos que detectar una forma de comportamiento promedio entre las autoridades municipales y/o departamentales, este no podría ser sino la de un caudillo o artista. En otras palabras, todo se centra en ellos, en su capacidad de encementar y en sus habilidades de conseguir aplausos.
Los secretarios y directores, son algo así como los asistentes del anfitrión, que ayudan en la elaboración y diseño del espectáculo; los encargados, están a cargo de la organización del show. Están a cargo de que, para cuando llegue la estrella, las luces, el micrófono, la corona de flores, las chicas lindas, las cámaras, los aplaudidores, etc., estén en el lugar y tiempo adecuados; y los técnicos, secretarias y otro personal, son los capataces y peones que harán el trabajo pesado y sucio del espectáculo. Ellos armaran y desarmarán, cortarán y pegarán, arreglarán, pintarán, construirán todo con el único fin de que la estrella reciba los aplausos esperados.
Ellos asistirán durante meses o años, a las reuniones con presidentes de barrios y vecinos, donde se irá armando el espectáculo; ellos irán tirando leña al fuego, propiciando la necesidad de algo, o entorpeciendo la posible solución a algo (dependiendo de lo que se busque), todo con el fin de que el protagonista de la obra, se luzca en la presentación del show y se lleve todos los aplausos.
El cemento
A veces, como en el caso de las quebradas y ríos, los peones esperarán a que el río se desborde y que la quebrada se llene de basura, aguas servidas y malvivientes, porque el fin no es solucionar el problema, ni mantener los servicios ambientales, ni la belleza escénica, ni el patrimonio natural de la ciudad, sino generar la posibilidad de comisiones, sobre-precios y diezmos, por un lado, y de poner las empresas constructoras de los artistas a trabajar, por otro lado. Y eso no se genera con actuando a tiempo, sino dejando que el río llegue y cause desastres, y dejando que la quebrada esté oscura y huela podrido y hayan violaciones.
En este momento, cuando ya se pudrió todo, entonces el protagonista del show aparece, cual héroe salvador, y plantea, primero, la construcción de un gavión; después, planteará la canalización de la quebrada; y, por último, haciéndosele agua la boca por las posibilidades de sobre-precio y diezmo que conlleva la presencia de grandes volúmenes de cemento, planteará el embovedado total de la quebrada.
Básicamente, sea cual fuere el número de etapas que haya demorado o el camino que se haya tomado, las quebradas tarijeñas, áreas verdes lineales e ininterrumpidas, típica característica del paisaje del valle central, arboladas y llena de vida, parecen estar sentenciadas a transformarse en interminables, costosos y nada-estéticos pedazos de cemento.
El césped sintético
Las canchas de fútbol. Estos espacios de esparcimiento y deporte, idealmente presentes en todos los barrios, parecen también estar sentenciados, al menos como tradicionalmente se los conoce, también a desaparecer. Hasta hace poco, una cancha de fútbol se trataba de un espacio plano, más o menos de las medidas adecuadas, con dos arcos en los extremos y estaba compuesto de tierra natural y pasto. Su cuidado, que consistía en cortar el pasto, deshierbar, regar y, ocasionalmente, igualar el terreno, lo llevaba a cabo uno o dos jardineros.
Estos campos deportivos, además de cumplir un rol fundamental como un espacio de esparcimiento y deporte, también cumplen un papel ambiental importante, porque además de producir oxígeno y absorber la contaminación del aire y la que llega al suelo, este purificaba el agua y, fundamentalmente, la dejaba filtrar a los acuíferos subterráneos, propiciando su recargado.
Para tener una idea de lo que hablamos, una cancha de fútbol, con un promedio de 100 metros de largo por 50 de ancho, localizada en Tarija, donde el promedio de lluvia es de 620 milímetros por año, ¡recibirá, purificará, dejará filtrar y, por lo tanto, recargará un promedio de 3.100.000 de litros de agua por año (tres millones, cien mil litros de agua por año)!
Ahora, sin embargo, pretendiendo reemplazar todo lo que de natural tenía un cancha de fútbol por cemento y plástico, no hay un año que pase sin que al menos 5 canchas de fútbol sean encentadas y cubiertas de verde, no por pasto natural, sino por césped sintético. Claro, ahora se entiende por qué razón mantienen en el estado de desolación tan abrumador a las canchas tradicionales, donde hace años despidieron al jardinero y el agua solo se asoma en la época de lluvias. Hoy por hoy, ¡en estas canchas solo se encuentra tierra y piedras!
Las canchas tradicionales, son deliberadamente descuidadas para generar, primero, la molestia de los vecinos y, como consecuencia, la necesidad de cambio. Y aquí es donde nuevamente aparece el protagonista con la solución: la cancha de césped sintético, que además de que no tendrá piedras ni tierra, será de color verde; de ese verde ellos solo lo conocen del color de los dólares que llegarán a su bolsillo, y del que pueden pintar con colores sintéticos y plásticos.
Con la misma estrategia de descuido deliberado, primero, y solución que planteará el artista, después, el suelo natural de nuestros parques infantiles, también está siendo cambiado por el cemento y el verde proveniente del césped sintético. En los dos casos, sin embargo, más allá de los impactos ambientales de los que hablamos, hay que tomar en cuenta que los jardineros, debido al terreno que progresivamente van perdiendo, para sobrevivir, han tenido que aprender albañilería. Y claro, con la vocación que las autoridades le tienen al cemento, ¡parece que todos tendremos que volvernos albañiles!
Sombrillas y tranqueritas llusquitas
De la misma manera, las jardineras del medio de las avenidas, no podían pasar desapercibidas por estos artistas de lo plástico y el cemento. ¡Estas tienen algún potencial mediático, si es que se vende bien el charque, y gran potencial de diezmos y comisiones, si es que se las encementa y transforma, como ocurrió con la Avenida de la Integración, en un gigantesco pedazo de cemento, adornada, ni más ni menos, que con espantosas tranqueritas llusquitas!
O sea, este horrendo intercambio de una jardinera con árboles, flores, césped natural y pájaros por cemento, no podía salir sino de un artista del cemento. El anterior alcalde realmente se lució encementando todo lo que pudo. Su intención de construir 6 pasos a desnivel a lo largo de la Avenida las Américas, arruinándola para siempre fue seguro el sueño más mojado que tuvo. Afortunadamente para nosotros y la naturaleza, cometieron tantos errores de ingeniería, como sociales y ambientales, que su intento por encementarla, no paso de sueño mojado. ¡Más bien!
¡Y también fallaron, más bien, en su intento por intercambiar los árboles de la plaza por sombrillas! O sea, SI… por absurdo que parezca, estos artistas de lo plástico y el cemento, habían planeado, diseñado y hasta ya habían licitado la compra de espantosas sombrillas de plástico para reemplazar a los Jacarandaes y Paraísos de la Plaza Principal Luis de Fuentes.
Ellos, como siempre, habían mandado a sus llunkus a preparar el terreno que, en este caso, supone hablar pestes de los árboles y, por el contrario, sobrevalorar las virtudes de las sombrillas. Este ejército de peones y capataces, algunos de ellos expertos diezmemos, despotricaron a los pobres árboles. Según ellos, los árboles de la plaza, solo generaban basura, estaban viejísimos y eran especies inadecuadas para ese espacio. Prácticamente, eran un estorbo y lo mejor, era liquidarlos
Y, por el contrario, las sombrillas, eran fantásticas, modernas, coloridas y altamente finas. Poco más y eran no solo autónomas, sino también inteligentes y autodidactas. Según los voceros de los artistas, estas sombrillas eran algo así como nuestra salida del subdesarrollo; el nirvana de una ciudad
Aerosoles y otros adefesios
Pasando por la Avenida Circunvalación, me tope con una de las más tristes y grotescas confirmaciones de que esta ciudad está siendo manejada como un show gigantesco y permanente, en el cual las autoridades, como anfitriones encargados de la jarana y diversión del pueblo, se sienten obligados a satisfacer esa sed y ansias de espectáculos de un público, que además de ser cada vez más exigente, los eligió para eso.
En este paseo es que me encontré con está especie de ofensa a la vida (Cuadro 6, 7 y 8), pero no solo a la vida de los árboles pintarrajeados, sino a la vida de todos. No olvidemos que son los árboles, y nadie más que ellos, los que propician la vida en el planeta. No solo la de los pájaros y las avejitas o las hormigas, quienes viven de él y en él, sino la de todos los seres vivos que respiramos.
O sea, esto que le hicieron a estos por-el-momento dos árboles en la Avenida Circunvalación, aunque ya hayan estado muertos cuando los pintarrajearon, va más allá del mal gusto de estos caudillos, del fallido intento de volverse artista de algún pintor novato, o de la falta de respeto a esta población que tiene que respirar aire contaminado justamente porque nos faltan más árboles. Esto es un sacrilegio a sus cuerpos muertos. ¡Algo así como que uno se muriese y, en vez de enterrarlo, lo pintarrajearan y disecaran para exhibirlo como una obra artística!
Si un árbol se muere, por respeto al él, a la población que, como todas los seres que respiramos, necesitamos oxígeno, a los pájaros y otras especies que también dependen de él, y para no pasar por un fantoche que lo único que quiere es generar espectáculo, lo que queda es sacarlo y plantar otro. No adornarlo ni pintar la veredita para exhibirlo como obra de arte. O sea, ¡dejen de joder a la gente! Nosotros necesitamos soluciones a nuestros problemas, no espectáculos superficiales que lo único que nos dejan, son una foto de recuerdo.
O sea, la sola consciencia de saber que debajo de esas tóxicas capas de pintura, está el tronco de un árbol que durante años produjo oxígeno y dio cobijo a pájaros entre otros animales, me genera una sensación de tristeza. Por un lado, aunque ya esté muerto, por el árbol, quien a mi parecer, se merecía más. Pero por otro lado, y con mayor intensidad, por nosotros quienes, al parecer, estamos a la merced de personas extremadamente superficiales, y carentes de valores y principios; gente que busca beneficiarse a punta de shows.
Conclusión
De mi lado, siento que debemos estar alertas al accionar de estos personajes porque en cuanto nos descuidemos, terminarán por encementar todas las jardineras de la ciudad, todas las canchas de fútbol, embovedarán todas las quebradas, encementarán nuestro Río Guadalquivir y cambiaran los árboles por sombrillas, o los pintarán, como ya lo hicieron con esos pobres árboles de la Circunvalación.